El que anoche no viera el partido entre Numancia y Sevilla, nunca sabrá lo que es el Circo en estado puro: cuando los guardametas se presentan a un casting para el Club de la Comedia, agárrense y preparénse para cualquier cosa.
Y claro, como no podía ser de otra manera, eso fue exactamente lo que ocurrió. Visistaba el Sevilla a un Numancia ávido de puntos y con nueva sabia en la caseta; tras el último acto del Sevilla en su feudo, donde nueva sabia en la dirección mallorquina, este equipo debía haber aprendido la lección; pero como, salvo en el loado caso del galeno Alfaro, no se ven buenas aptitudes para el estudio, pues pasó esta noche lo que le hubiera de pasar a un alumno poco aplicado: calabazas.
Fue un buen partido, de ida y vuelta, rápido con garra, muy abierto salvo en los claros momentos de dominio total hispalense. Hasta que hicieron su aparición los payasos. Faltaba alrededor de un cuarto de hora para finalizar la contienda cuando el portero numantino se confía con los pies en su área y le regala un gol al canterano Puerta. "¡Qué gol más tonto y absurdo!" pensarían los parroquianos sorianos. Pero esta acción farandulera pasaría al olvido cuando llegó el gol de los castellanos, en un corner donde la zaga sevillista peca mortalmente de descordinación, y cuando llega el de la victoria por parte de los locales. Un defensa numantino saca un golpe franco desde su línea de tres cuartos y como manejado por Eolo, llega hasta el área nervionense, da un desconcertante bote que coje en sus laureles a Esteban y se cuela en el marco sevillista.
Señores, la esencia del circo en un terreno de juego; suerte la mía de poder ver tan delirante tanto que nunca mis ojos pudieron ver. Eso, ver. Ver para creer que el Sevilla solo ha ganado un punto de tres, jugando con los colistas y...
¡Apliquense señores gladiadores!
Y claro, como no podía ser de otra manera, eso fue exactamente lo que ocurrió. Visistaba el Sevilla a un Numancia ávido de puntos y con nueva sabia en la caseta; tras el último acto del Sevilla en su feudo, donde nueva sabia en la dirección mallorquina, este equipo debía haber aprendido la lección; pero como, salvo en el loado caso del galeno Alfaro, no se ven buenas aptitudes para el estudio, pues pasó esta noche lo que le hubiera de pasar a un alumno poco aplicado: calabazas.
Fue un buen partido, de ida y vuelta, rápido con garra, muy abierto salvo en los claros momentos de dominio total hispalense. Hasta que hicieron su aparición los payasos. Faltaba alrededor de un cuarto de hora para finalizar la contienda cuando el portero numantino se confía con los pies en su área y le regala un gol al canterano Puerta. "¡Qué gol más tonto y absurdo!" pensarían los parroquianos sorianos. Pero esta acción farandulera pasaría al olvido cuando llegó el gol de los castellanos, en un corner donde la zaga sevillista peca mortalmente de descordinación, y cuando llega el de la victoria por parte de los locales. Un defensa numantino saca un golpe franco desde su línea de tres cuartos y como manejado por Eolo, llega hasta el área nervionense, da un desconcertante bote que coje en sus laureles a Esteban y se cuela en el marco sevillista.
Señores, la esencia del circo en un terreno de juego; suerte la mía de poder ver tan delirante tanto que nunca mis ojos pudieron ver. Eso, ver. Ver para creer que el Sevilla solo ha ganado un punto de tres, jugando con los colistas y...
¡Apliquense señores gladiadores!
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