Cuando ya todo parecía perdido y sin sentido, y sólo el rachear de mi calzado sobre los húmedos y fríos adoquines me mantenía en perfecta vigilia, ocurrió el milagro. De pronto su imagen dio completo sentido a mi vagar nocturno: ahora lo comprendía. La Noche en su tenebrosa sapiencia había dirigido sus pasos, como un mongol gobierna su montura, hasta los aledaños del Cubanito para poder ofrecerles esta diáfana aparición. ¡El Yupi vuelve de su montería particular y luce una exquisita chapela a juego con su sensual sonrisa! Claro con lo del plan del lehendakari todo el mundo quiere ser euskaldún, y el Yupi, un señor siempre puntero (y pintero, vaya), no podía ser menos. ¡Muérete de envidia Labordeta!
Cuando ya todo parecía perdido y sin sentido, y sólo el rachear de mi calzado sobre los húmedos y fríos adoquines me mantenía en perfecta vigilia, ocurrió el milagro. De pronto su imagen dio completo sentido a mi vagar nocturno: ahora lo comprendía. La Noche en su tenebrosa sapiencia había dirigido sus pasos, como un mongol gobierna su montura, hasta los aledaños del Cubanito para poder ofrecerles esta diáfana aparición. ¡El Yupi vuelve de su montería particular y luce una exquisita chapela a juego con su sensual sonrisa! Claro con lo del plan del lehendakari todo el mundo quiere ser euskaldún, y el Yupi, un señor siempre puntero (y pintero, vaya), no podía ser menos. ¡Muérete de envidia Labordeta!
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