Siempre que sale en la típica peli americana el maldito despertador sonando por la mañana y marcando las seis digo:"menudos mongolos los yankis estos: mira que levantarse tan temprano!" O cuando vemos a los ingleses borrachos como cubas a las cuatro de la tarde, y pensamos: "menudo país de degenerados!". Por qué los horarios están mal en todas partes, menos aquí??? La gente se levanta a las seis, come a las doce, se enborracha a las cuatro y se queda frito a las ocho????
Muy sencillo. Resulta que los yankis, los ingleses, e incluso los gabachos, tienen un horario lógico según el huso horario correspondiente, menos nosotros! Y esto que estaba tan bien de Spain is different, comer a las tres y media de la tarde y dormirse a la una de la madrugada... resulta que no es normal????!!!!
Veamos. La cosa tiene que ver con una reunión de 25 países que se celebró en octubre de 1884 en Washington. Se llamó la Conferencia Internacional del Meridiano. Hasta que llegó esta conferencia, en realidad, nuestro mundo era un mundo en el que los palentinos, por poner un ejemplo, vivían a una hora, y los vallisoletanos, quizá, a otra. La vida de las personas se regía sobre todo por los tañidos de las campanas, a las horas en punto, pero los sacerdotes no son máquinas de precisión.
La cosa cambió con la llegada del primer medio de transporte que era capaz de recorrer distancias razonablemente abultadas en relativamente poco tiempo: el tren. Para tener un tren Palencia-Valladolid hace falta tener una hora de salida de Palencia y otra de llegada en Valladolid. O sea, hace falta que ambos lugares no vayan a su bola. Como para finales del siglo XIX ya había relojes y viajes largos tipo Phineas Fogg y demás, en realidad los científicos se dieron cuenta de que el problema era de orden mundial. De ahí la conferencia, a la que España envió tres representantes.
Fue allí donde se estableció el meridiano de Greenwich como referente mundial y 24 husos horarios que delimitarían las horas del mundo. Sin embargo, ésta fue la labor de los científicos. Luego llegaron los políticos.
A finales del XIX, un nuevo gigante político y militar nacía en Europa: la Alemania unificada por Bismarck. El eje político, que en el Renacimiento había estado en Madrid, se había desplazado a París y luego a Londres, pero ahora aparecía Berlín como referente de importancia. La ciencia estableció los husos horarios, pero los países pudieron decidir con quién acompasar sus relojes. Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia decidieron, a pesar de que en buena lógica les tocaba el huso horario de Greenwich, acompasarse con Berlín. Y España, a pesar de estar aún más al oeste, hizo lo propio. Por eso, entre otras cosas, en España llevamos una hora más que las Islas Canarias, que están aquí al lado; pero tenemos la misma hora que Praga, que está donde Cristo perdió el Libro de Familia.
Por eso comemos a las dos de la tarde: porque todo Dios, también los españoles, come con el mediodía. Lo que pasa es que nuestro mediodía ocurre dos horas después de lo que debiera, porque es un mediodía berlinés, no londinense. A la hora de Greenwich, en invierno se haría de noche un poco más allá de las cuatro de la tarde. O sea, con el descafeinado en la mano, o mucho mejor con un copazo.
En fin como de costumbre, España va retrasada...
Muy sencillo. Resulta que los yankis, los ingleses, e incluso los gabachos, tienen un horario lógico según el huso horario correspondiente, menos nosotros! Y esto que estaba tan bien de Spain is different, comer a las tres y media de la tarde y dormirse a la una de la madrugada... resulta que no es normal????!!!!
Veamos. La cosa tiene que ver con una reunión de 25 países que se celebró en octubre de 1884 en Washington. Se llamó la Conferencia Internacional del Meridiano. Hasta que llegó esta conferencia, en realidad, nuestro mundo era un mundo en el que los palentinos, por poner un ejemplo, vivían a una hora, y los vallisoletanos, quizá, a otra. La vida de las personas se regía sobre todo por los tañidos de las campanas, a las horas en punto, pero los sacerdotes no son máquinas de precisión.
La cosa cambió con la llegada del primer medio de transporte que era capaz de recorrer distancias razonablemente abultadas en relativamente poco tiempo: el tren. Para tener un tren Palencia-Valladolid hace falta tener una hora de salida de Palencia y otra de llegada en Valladolid. O sea, hace falta que ambos lugares no vayan a su bola. Como para finales del siglo XIX ya había relojes y viajes largos tipo Phineas Fogg y demás, en realidad los científicos se dieron cuenta de que el problema era de orden mundial. De ahí la conferencia, a la que España envió tres representantes.
Fue allí donde se estableció el meridiano de Greenwich como referente mundial y 24 husos horarios que delimitarían las horas del mundo. Sin embargo, ésta fue la labor de los científicos. Luego llegaron los políticos.
A finales del XIX, un nuevo gigante político y militar nacía en Europa: la Alemania unificada por Bismarck. El eje político, que en el Renacimiento había estado en Madrid, se había desplazado a París y luego a Londres, pero ahora aparecía Berlín como referente de importancia. La ciencia estableció los husos horarios, pero los países pudieron decidir con quién acompasar sus relojes. Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia decidieron, a pesar de que en buena lógica les tocaba el huso horario de Greenwich, acompasarse con Berlín. Y España, a pesar de estar aún más al oeste, hizo lo propio. Por eso, entre otras cosas, en España llevamos una hora más que las Islas Canarias, que están aquí al lado; pero tenemos la misma hora que Praga, que está donde Cristo perdió el Libro de Familia.
Por eso comemos a las dos de la tarde: porque todo Dios, también los españoles, come con el mediodía. Lo que pasa es que nuestro mediodía ocurre dos horas después de lo que debiera, porque es un mediodía berlinés, no londinense. A la hora de Greenwich, en invierno se haría de noche un poco más allá de las cuatro de la tarde. O sea, con el descafeinado en la mano, o mucho mejor con un copazo.
En fin como de costumbre, España va retrasada...
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