Hace muchos muchos años, había un valle fértil, próspero y rico en materia y cultura. Pero llegaron unos labriegos rudos del norte, lo espoliaron, lo desbrozaron y se quedaron con él.
Pasó mucho mucho tiempo y llegó un momento en que parecía que el valle podría recuperar, al menos, un poco del esplendor pasado, de recuperar parte de su identidad robada; en definitiva, volver a creer en sí mismo.
Se hicieron dueños del valle unos capataces que vendían mucho mucho optimismo; tanto vendían a las gentes del valle, que con el tiempo llegaron a comprarlas. Les decían que ellos harían que el valle prosperase, que volvería a ser lo que una vez fue, que ellos darían muchas alegrías a las gentes del valle y harían recobrar su identidad, su libertad y su alegría.
Pero fue pasando el tiempo y los capataces hicieron del valle un cortijo: un cortijito, más bien. Un cortijito donde disfrutar; un cortijito donde enriquecerse; un cortijito para hacer y desacer a su antojo; un cortijito al que sacar fruto y dominar...
El cortijito se hizo cada vez más y más grande, los capataces de oro; pero el valle, ay el valle! Fue de mal en peor. Todo era abandono, desidia, inmovilismo, mala gestión, creación de nuevos problemas, eternización de los antiguos... Pero los capataces de oro: oro, oro, mucho mucho oro y poder. Poder es lo que venían buscando los capataces, al fin y al cabo. Y bien que lo consiguieron.
Ahora que han pasado más de veinte años desde que aquellos capataces hicieron de mi valle su cortijito, deberían estar avergonzados de lo que han hecho y siguen haciendo contra nuestro valle, con la más humillante impunidad y con su burda sonrisa en la cara.
El valle estaba mal, pero ahora está mucho peor. Y lo más grave aún, es que según informes, estudios, análisis y estadísticas, mi valle salió de guatemala para llegar a guatepeor.
ANDALUCÍA IMPARABLE...HACIA EL ABISMO!!!
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