Ayer nos dimos un garbeo de los buenos por la otra orilla del Río Grande. Cogimos el tren en Sevilla Este, a pesar de los lamentos e imprecaciones del Lagarto, nos bajamos en San Bernardo y transbordamos en el Metro para bajarnos en la Plaza de Cuba. Tiempo del trayecto, 24 minutos. Este es el resumen visual de lo que aconteció. Primera paradiña: La Blanca Paloma En frente del lateral de la Iglesia de San Jacinto nos encontramos con este templo culinario trianero. Variadas tapas caseras y elaboradas. Saboreamos un buen salmorejo con sus habíos, rosada a la plancha con salsa verde, mero con gulas y un arroz con corbina que estaba tremendo. Todo muy rico. Después, y mientras las niñas hacían unas comprillas, nos encaminamos a Casa Diego, en la esquina de San Vicente de Paúl con Sta. Cecilia, a deleitarnos con sus tremendos caracoles afamados en el mundo entero. Pero lo mejor estaba por llegar... Nada más entrar en el Al-Andalus supe que lo que iba a acontencer sería memorable: y lo fue.
visión desenfadada, crítica y friki de la vida.