Cuando uno es tan pequeño que no conoce aún el significado de muchas cosas, pero que añora ya en su diminuto conocimiento el contacto con su tierra, su cultura y su clima, ese contacto se siente.
Esto es lo que le aconteció al neonato vástago de nuestro querido Pepe, el gran Nachete. Sus esforzados progenitores, emigrantes en las duras y encalçotadas tierras de Polonia, no tuvieron más remedio que traerle a este mundo -con lo tranquilo que estaría él en el limbo o donde estuviera la criatura- en aquel lejano territorio.
Pero como es lógico y ley vital, el terruño tira: tira más que dos carretas -o eran otras cosas las que tiraban más?- y la llamada de la patria hizo brotar el deseo del encuentro con sus raices en su infante mente. Nacho no tuvo más remedio que pedirles a sus padres, telepáticamente como es natural, que , por favor y con premura, -como ya pidiera en su momento el gran maestro Gandalf- le trajeran a su cuna territorial. Y así fue como el encuentro con su mundo, con su bagaje cultural, con el Tito Moisidhe, como mandan los cánones, y sobre todo con la Caló, con mayúscula, del agosto Sevillano, llenaron de orgullo y tremenda emoción a Don Ignacio que en un delirio castizo e indígena -fruto de la caló seguramente, se arrancó por sevillanas, por supuesto en su idioma nativo y propio de su edad, el chiquitudiense.
Muestras de tan delicioso encuentro quedan estos retratos fotográficos:
Esto es lo que le aconteció al neonato vástago de nuestro querido Pepe, el gran Nachete. Sus esforzados progenitores, emigrantes en las duras y encalçotadas tierras de Polonia, no tuvieron más remedio que traerle a este mundo -con lo tranquilo que estaría él en el limbo o donde estuviera la criatura- en aquel lejano territorio.
Pero como es lógico y ley vital, el terruño tira: tira más que dos carretas -o eran otras cosas las que tiraban más?- y la llamada de la patria hizo brotar el deseo del encuentro con sus raices en su infante mente. Nacho no tuvo más remedio que pedirles a sus padres, telepáticamente como es natural, que , por favor y con premura, -como ya pidiera en su momento el gran maestro Gandalf- le trajeran a su cuna territorial. Y así fue como el encuentro con su mundo, con su bagaje cultural, con el Tito Moisidhe, como mandan los cánones, y sobre todo con la Caló, con mayúscula, del agosto Sevillano, llenaron de orgullo y tremenda emoción a Don Ignacio que en un delirio castizo e indígena -fruto de la caló seguramente, se arrancó por sevillanas, por supuesto en su idioma nativo y propio de su edad, el chiquitudiense.
Muestras de tan delicioso encuentro quedan estos retratos fotográficos:
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